Por las hendiduras de un árbol centenario se movían algunos lagartos muy grandes. Se entendían muy bien entre sí porque todos hablaban el lenguaje de su especie. ¡Qué jaleo y qué ruido hay en el cerro de los faunos! -exclamó un lagarto-. Hace ya dos noches que no consigo pegar ojo. Como si hubiese tenido dolor de muelas, porque cuando lo tengo tampoco puedo dormir. -Sin duda, pasa algo -dijo otro-. Dejan que el cerro se ventile hasta que canta el gallo y las señoritas fauno...
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He disfrutado copiando obras de grandes pintores y haciendo algunas personales. No importa el resultado sino el placer de la ejecución.












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