La niña y el cóndor
Había una vez una niña, que como solía hacer desde hace mucho tiempo, una mañana se fue a pastar sus ovejas al campo en compañía del perrito que nunca se separaba de ella. Mientras estaba cuidando a los animales, fue cuando llego ahí un cóndor que así empezó a hablarle: "Hola niña, que tan linda eres, porque no te vienes a jugar conmigo, ¡yo puedo llevarte!"
La niña, después de pensarlo un poco, le contesto al animal: "Buenos días señor cóndor, me gustaría jugar con usted, pero no creo que pueda llevarme, soy muy pesada." La grande ave entonces, para demostrar a la niña que era muy fuerte, agarró con sus grandes garras un cordero, levantándolo del suelo, y le dijo a la niña en tono de orgullo: "Como ves, tengo mucha fuerza y si puedo cargar con este cordero, podré también contigo." La niña entonces se dejo convencer y empezó a jugar con el cóndor, que poco a poco la llevo hasta las alturas de la montaña, lejos de sus animalitos.
Pasó la tarde y llegó la noche. El perrito, viendo que la niña no regresaba, volvió con las ovejas a la casa, donde la madre de la pequeña estaba muy preocupada. Ella, cuando vio al perro, le preguntó donde estaba su hija. El pobre cachorro empezó a ladrar hacia la cumbre de la montaña para comunicarle a la mamá lo que había pasado. Entonces la mujer se puso a llorar de tristeza.
En ese momento, atraído por el lamento, llego ahí un ninaguro (una luciérnaga), hacia el cual la mujer se dirigió diciendo: "Hola mi compadrito, estoy muy desesperada porque mi niña desapareció y yo no sé qué hacer, ¿podrá usted ayudarme?" El ninaguro contesto: "No te preocupes mujer, yo te voy a ayudar. Toma contigo un poco de trago, papas, gallinas, cuyes, una soga y un hacha, y sígame." La doña obedeció y junto al ninaguro se puso en camino. Los dos atravesaron muchas quebradas y peñas para al final alcanzar el lugar donde vivía el cóndor y donde estaba también la niña.
Cuando llegaron, así como le había aconsejado el ninaguro, la mujer fue muy amable con el grande rapaz, para que dejase ir a la niña. Entonces le dijo: "Te saludo mi buen yerno, he venido porque deseo que tú te cases con mi hija, pero antes tenemos que hacer una grande fiesta, como se le conviene a la ocasión."
El cóndor se creyó lo que la mujer le dijo y empezó muy feliz a festejar, tomando el trago que le habían traído. Bebió mucho por toda la noche hasta cuando se emborrachó. Fue entonces cuando la mujer, aprovechando del momento, mató con el hacha al cóndor. La niña, que por el tiempo que se había quedado en la cumbre se había casi completamente convertido en un animal, pudo finalmente regresar a casa con su madre, donde tardó casi una semana en desplumarse.
La niña, después de pensarlo un poco, le contesto al animal: "Buenos días señor cóndor, me gustaría jugar con usted, pero no creo que pueda llevarme, soy muy pesada." La grande ave entonces, para demostrar a la niña que era muy fuerte, agarró con sus grandes garras un cordero, levantándolo del suelo, y le dijo a la niña en tono de orgullo: "Como ves, tengo mucha fuerza y si puedo cargar con este cordero, podré también contigo." La niña entonces se dejo convencer y empezó a jugar con el cóndor, que poco a poco la llevo hasta las alturas de la montaña, lejos de sus animalitos.
Pasó la tarde y llegó la noche. El perrito, viendo que la niña no regresaba, volvió con las ovejas a la casa, donde la madre de la pequeña estaba muy preocupada. Ella, cuando vio al perro, le preguntó donde estaba su hija. El pobre cachorro empezó a ladrar hacia la cumbre de la montaña para comunicarle a la mamá lo que había pasado. Entonces la mujer se puso a llorar de tristeza.
En ese momento, atraído por el lamento, llego ahí un ninaguro (una luciérnaga), hacia el cual la mujer se dirigió diciendo: "Hola mi compadrito, estoy muy desesperada porque mi niña desapareció y yo no sé qué hacer, ¿podrá usted ayudarme?" El ninaguro contesto: "No te preocupes mujer, yo te voy a ayudar. Toma contigo un poco de trago, papas, gallinas, cuyes, una soga y un hacha, y sígame." La doña obedeció y junto al ninaguro se puso en camino. Los dos atravesaron muchas quebradas y peñas para al final alcanzar el lugar donde vivía el cóndor y donde estaba también la niña.
Cuando llegaron, así como le había aconsejado el ninaguro, la mujer fue muy amable con el grande rapaz, para que dejase ir a la niña. Entonces le dijo: "Te saludo mi buen yerno, he venido porque deseo que tú te cases con mi hija, pero antes tenemos que hacer una grande fiesta, como se le conviene a la ocasión."
El cóndor se creyó lo que la mujer le dijo y empezó muy feliz a festejar, tomando el trago que le habían traído. Bebió mucho por toda la noche hasta cuando se emborrachó. Fue entonces cuando la mujer, aprovechando del momento, mató con el hacha al cóndor. La niña, que por el tiempo que se había quedado en la cumbre se había casi completamente convertido en un animal, pudo finalmente regresar a casa con su madre, donde tardó casi una semana en desplumarse.